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La crisis de la Iglesia, más allá de la pedofilia

Domingo 10 de octubre de 2010

La crisis de la Iglesia, más allá de la pedofilia

Escrito por Alicia Sagra

El artículo a continuación fue publicado en la revista de la LIT, Correo Internacional n° 2 (Tercera Época)


La pedofilia, así como los abusos contra mujeres, no son algo nuevo en la Iglesia. Existen desde hace siglos y fueron usados como elemento de poder. Pero siempre un manto de silencio cubrió esa realidad. Hace algunos años ese manto se empezó a deslizar y se comenzaron a conocer algunos casos que tuvieron resonancia. El del cura mexicano Marcial Maciel, hijo de una beata y sobrino de un santo, fundador de la congregación la Legión de Cristo, que resultó padre de varios hijos contra los que cometió abusos sexuales. El caso del cura Grassi en Argentina, fundador y director de la Fundación Felices los Niños acusado de numerosos casos de pedofilia. El de los jóvenes colombianos abusados por un seminarista. El de los varios hijos abandonados por el ex obispo Lugo, actual presidente del Paraguay. Pero el escándalo tomó repercusión masiva cuando el New York Times lanzó una campaña de denuncias, llegando a acusar al Papa Benedicto XVI y al Vaticano de haber encubierto al reverendo Lawrence Murphy, que habría abusado de 200 niños sordos en Kentucky, en la décadas del 50 y el 60. A partir de ahí, nuevos casos salieron a la luz, en Canadá, en diferentes países de Europa y hasta acusado, el hermano del papa fue acusado. Evidentemente el manto de silencio había caído.

La hipocresía cada vez más evidente

La misma institución que durante siglos ha encubierto las perversiones que hoy salen a la luz, es la que lanza campañas mundiales en defensa de la “moral” y en su nombre se opone al casamiento gay, a la adopción de niños por parejas homosexuales, a la legalización del aborto, al uso de anticonceptivos … Esta cada vez más evidente hipocresía está provocando la deserción de un número importante de fieles. Son menos los que se suman a las cruzadas machistas y homofóbicas, contra “la envidia del demonio y la pretensión destructiva del plan de Dios”[1]. Disminuyen los casamientos religiosos, los bautismos, se generan, dentro de la propia Iglesia, reacciones como la de curas argentinos de Córdoba, Mendoza y Quilmes que enfrentaron las posiciones reaccionarias en relación al matrimonio gay[2]. Como se dice en los medios católicos “la credibilidad de la Iglesia está en peligro”.

Los escándalos de la pedofilia potencian la crisis, pero no la originaron.
Voceros del Vaticano (oficiales y oficiosos), intentan defenderse argumentando que “la pedofilia es terrible, pero existe en todos lados”, “es una gran exageración, los casos denunciados son de hace 20 o 30 años”, “todo tiene que ver con un plan organizado contra la Iglesia”…

Es falso que todo se resuma a una “campaña contra la Iglesia”. Es cierto que, a diferencia de otros momentos, la prensa imperialista dio una amplia difusión a las denuncias de las víctimas y tenemos que ver a qué se debe ese cambio de actitud. Pero no es esa la causa de la crisis.

También es errado creer que esta crisis se originó o se reduce al problema de la pedofilia, estudiosos y analistas católicos coinciden con esto. El antropólogo de las religiones Elio Masferrer Kan, manifestó “la Iglesia católica atraviesa por una severa crisis, que no se veía en los últimos 400 años” y da datos de mucho antes de que estallara el escándalo. Puntualizó que en México, uno de los países más católicos, en 2005 se registraron alrededor de 2.5 millones de nacimientos, y hubo un millón 250 mil bautismos, “prácticamente la mitad de los que nacieron se vincularon con la Iglesia, la otra mitad no” Y agregó que en ese mismo año, solo el 53% de los matrimonios civiles pasó por un matrimonio religioso.[3]

Por su parte, el teólogo Pablo Richard[4], afirma “Lo más importante en mi interpretación es que esta continuidad entre Juan Pablo II y Benedicto XVI confirma y hace evidente una crisis irreversible y final del actual modelo conservador de Iglesia. (…)El Concilio Vaticano II (1962-1965), interpretado por nosotros desde las Conferencias Generales del Episcopado latinoamericano en Medellín, Puebla y Santo Domingo, constituye un auténtico movimiento de reforma en la Iglesia Católica. Con Juan Pablo II (1978-2005) y ahora con mayor razón con Joseph Ratzinger, se está consolidando una clara tendencia de contra-reforma (…) La interpretación crítica que aquí propongo es que la elección del Cardenal Ratzinger como Papa no fue diseñada para ser un Papa de transición, sino para ser un Papa de continuidad (…) Y concluye “La Iglesia conservadora es autocrática y opresora, lo que provoca dentro de ella un espíritu de miedo generalizado: los laicos y laicas practicantes tienen miedo a los curas, los curas tienen miedo a los obispos, los obispos tiene miedo a la curia vaticana y ésta tiene miedo a la Teología de la Liberación. En lo moral, la Iglesia conservadora está más preocupada por el aborto y el matrimonio de los homosexuales, que por los millones de seres humanos que mueren de hambre en el Tercer Mundo (…) Pero la posibilidad histórica y real de construir un nuevo modelo o manera de ser de la Iglesia nos llena de esperanza y alegría”.[5]

A contramano de los tiempos.

Obviamente no coincidimos con Pablo Richard en el papel que le da a la Teología de la Liberación. En la medida en que sigan perteneciendo y disciplinándose a la institución dirigida por el Papa, seguirán siendo funcionales a la defensa del orden burgués, independientemente de las posiciones “progresistas” que puedan tener sobre las luchas obreras, las reivindicaciones de las mujeres, la homosexualidad. Pero sí coincidimos con él cuando relaciona la actual crisis de la Iglesia con el papado de Benedicto XVI.

La Iglesia Católica ha demostrado ser una institución de gran poder de adaptación. En la Edad Media fue el principal señor feudal y es uno de los principales capitalistas desde que la burguesía se impuso a nivel mundial. También supo tener políticas frente a los cambios que se dieron dentro del capitalismo.

Después del triunfo de la revolución cubana, la Iglesia inició la reforma de la que habla Pablo Richard. En enero de 1959, a tres meses de su elección, el papa Juan XXIII anuncia el Concilio Vaticano II que se iniciará en 1962 y culminará en 1965 bajo el papado de Pablo VI. Fue un Concilio de apertura hacia otras iglesias; ahí se cambió la liturgia, las misas pasan a ser dadas en el idioma nacional, dejando de lado el latín, se incorpora música no religiosa en las mismas; se orienta hacia la utilización de los medios de comunicación, se inicia la labor “pastoral hacia los desposeídos”. Fue, en resumen, una renovación de la Iglesia para ponerla a tono con los tiempos. Esa renovación tuvo su expresión más radicalizada en Latinoamérica en las Conferencias de las Conferencias de Medellín (1968) y Puebla (1979), donde adquiere gran fuerza la Teología de la Liberación. Fueron muchos los curas, monjas y seminaristas, adherentes a ese movimiento, que murieron enfrentando a las dictaduras Latinoamericanas. Pero la Teología de la Liberación fue muy importante para la Iglesia, ya que sirvió de dique de contención de jóvenes militantes católicos que eran impactados por los procesos revolucionarios del 60 y 70.

En 1978, ante el proceso de revolución política y la crisis del aparato stalinista, la Iglesia da un golpe de timón. Así, previo asesinato de Juan Pablo I, viene el polaco Wojtyla (Juan Pablo II) conocido anticomunista que a nivel interno defiende fervientemente el celibato de los curas y enfrenta a la Teología de la Liberación y a toda corriente mínimamente progresiva. Es el papa viajero, que recorre el mundo intentando apagar todo foco revolucionario. El que viajó a Argentina para obligar a la rendición en la guerra de Malvinas. El paladín de las campañas “en defensa de la vida”, en contra de la legalización del aborto, del matrimonio gay, del uso de preservativos, de la participación de la mujeres en tareas sacerdotales y gran encubridor de los casos de pedofilia. Esa reubicación de la Iglesia armonizaba con el auge del neoliberalismo y entroncó con la contraofensiva ideológica del imperialismo, basada en la “muerte del socialismo, después de la caída del Muro de Berlín.

Pero las cosas cambiaron, por eso Pablo Richard dice que, en el 2005, era necesario elegir un “papa de transición” y no al cardenal Ratzinger, mano derecha y continuador de Juan Pablo II.

Benedicto XVI armonizó con la “guerra preventiva y la lucha contra el terrorismo” de Bush. Pero eso duró poco, y esa orientación de la Iglesia la puso en contramano de los tiempos que se habían abierto en el 2000. De los procesos revolucionarios latinoamericanos que dieron origen a gobiernos como los de Chávez o Evo Morales, del fortalecimiento de la lucha palestina y el desprestigio de Israel, del fracaso de la política yanqui en Irak y la crisis imperialista que llevó a que hubiera un presidente negro y con discurso “progresista” en EE.UU.

Es decir, la actual crisis de la Iglesia es producto (y a su vez confirmación) de la situación revolucionaria mundial abierta en el 2.000. La falta de una política similar a la de los años 60 para enfrentarla, provoca la agudización de la misma. Esto se manifiesta no sólo en la pérdida de credibilidad, en la deserción de fieles, sino también en considerables derrotas, como la votación de la Ley de Aborto en España o la del matrimonio gay en Argentina.
Esta situación no sólo preocupa a los católicos de la Teología de la Liberación que claman por la vuelta al Concilio Vaticano II, sino también al imperialismo. La Iglesia es fundamental para mantener el control imperialista, sobre todo después de la caída del Muro y de la destrucción del aparato stalinista mundial. Ella puede actuar para frenar revoluciones sobre 1.115 millones de católicos que hay en el mundo. Pero, los nuevos tiempos exigen que esa actuación se dé en el marco de la política impulsada por Obama (negociación con los gobiernos latinoamericanos, con el mundo musulmán y algunas concesiones democráticas).

Entonces, puede ser que lo que está por detrás de la gran difusión de los casos de pedofilia por parte de la prensa imperialista y, probablemente también, de la repercusión mediática de producciones de Hollywood, como El código Da Vinci o Ángeles y demonio, sea una presión del imperialismo yanqui para adecuar a la Iglesia a su política de “reacción democrática”.

[1] Carta del cardenal Bergoglio de Argentina a las Carmelitas de Bs As, sobre el matrimonio gay, 22/06/2010

[2] “Parece una cruzada, parece el Medioevo” dijo Eduardo de la Serna, cura villero de Quilmes, al diario Página 12, el 11/07/2010.

[3] Publicado en Redes Cristinas (redescristinas.net), 26-2-09

[4]Sacerdote chileno, doctor en la Biblia y en Sociología de la Religión, director del DEI (Departamento Ecuménico de Investigaciones) de Costa Rica.

[5] Artículo publicado en 2005, en 2001.atrio.org


Fuente: Revista Correo Internacional n° 2 – Tercera época – 08/2010

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