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El apartheid aún no acabó en África del Sur

Lunes 27 de agosto de 2012, por Robert Paris

¿Dónde está la democracia, racial y social, cuando policías matan trabajadores que están ejerciendo su legítimo derecho de hacer huelga para solicitar mejores salarios? ¡Toda a solidaridad a los huelguistas de la mina Marikana! ¡Prisión y juzgamiento sumario a los asesinos y sus superiores!

Quien vio las imágenes de la masacre perpetrada el día 15 de agosto, por la policía sudafricana, contra mineros en huelga, percibió claramente el color de esos trabajadores: todos eran negros. No es coincidencia: son los negros, la gran mayoría de la población, que componen la clase trabajadora en África del Sur, principalmente los sectores más explotados, como los que trabajan en las minas.

La violencia policial, por su parte, demostró la forma como los trabajadores negros son tratados. A pesar de la gran victoria conquistada con el fin del apartheid, en la década del 90 del siglo pasado, eso, de hecho, no acabó. La sociedad sudafricana es, aún, profundamente racista y dividida entre blancos -la minoría privilegiada- y negros -la mayoría explotada, con apenas una minoría negra con acceso a mejores condiciones de vida. De esa minoría forma parte la élite que está en el poder.

La propietaria de la mina es Lonmin, una multinacional inglesa y la tercera mayor productora de platino del mundo. Como quiere mantener el nivel de explotación de sus empleados, dice que la huelga es ilegal y amenazó con despedir a los que no vuelvan a trabajar. Esa es la democracia de los patrones.

Pero, con la determinación y el coraje tradicionales, los mineros continuaron la lucha, a pesar de la traición del Sindicato Nacional de Mineros de África del Sur que, además de no organizar al movimiento, aún se presta a hacer el trabajo sucio de acusar a los trabajadores de impedir, a los que no están en huelga, de entrar a la mina. ¡Como si eso no fuese un derecho de los huelguistas!

Un minero dijo a los periodistas, en una entrevista reproducida por el periódico Público: “Somos explotados, ni el gobierno ni los sindicatos nos ayudan; las empresas mineras hacen dinero a costa de nuestro trabajo y no nos pagan casi nada”.

Por eso, es mucha hipocresía, de la parte del presidente sudafricano, Jacob Zuma, decir que estaba conmocionado por lo ocurrido. ¿El no sabía de la huelga y de la represión que ya comenzaron hace varios días? ¿El no conoce los métodos violentos de la policía sudafricana, muy probablemente estimulada por una empresa inglesa heredera del apartheid? Lo que Jacob Zuma tiene que hacer es decretar la inmediata prisión y juzgamiento de los culpables; abrir una investigación para determinar todas las responsabilidades, incluso de la empresa minera, en la masacre; indemnizar a los trabajadores reprimidos y heridos por la policía y a las familias de los asesinados; tiene que intervenir, también, en el conflicto, para obligar a la minera a atender las reivindicaciones de los obreros mineros.

Pero, hay más: si la situación en la mina de Marikana llegó a este punto, es porque Lonmin no está a la altura de la responsabilidad social que tiene. La minería es una de las actividades más rentables y que más emplea trabajadores en África del Sur, y debe, por eso, pertenecer al Estado y no a una multinacional, que sólo quiere obtener altas tasas de ganancias, aunque al coste de la vida de los trabajadores.

Nacionalización de Marikana para que no haya más víctimas que lamentar.

¡Mineros de Marikana caídos en la lucha, presente!

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