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Qué significa ser marxista, hoy

Martes 1ro de julio de 2008

Qué significa ser marxista, hoy

Javier García

Los marxistas de hoy representan la continuación de la obra revolucionaria de Marx, Engels, Lenin y Trotsky. Son, por tanto, los luchadores más consecuentes y firmes por la liberación y emancipación de la clase trabajadora. Una lucha que sólo puede acabar, o con la derrota de los trabajadores y la consumación de la barbarie que amenaza con la propia destrucción de la humanidad, o con el derrocamiento del capitalismo y la victoria de la revolución socialista, que, estableciendo la democracia obrera a nivel internacional, ponga las bases para la desaparición de las clases, la extinción del estado y la construcción de la sociedad comunista.

El marxismo, el socialismo científico, huye de la vulgarización y el esquematismo mecanicista propios del estalinismo, que en alianza con el reformismo, ha llevado al proletariado a grandes derrotas históricas.

Los marxistas rechazan el culto a la personalidad. Los grandes revolucionarios dejaron claro el carácter vivo, dialéctico y relativista del marxismo; no como dogma, sino como guía para la acción. Esto significa, en primer lugar, ser críticos hasta con el propio marxismo. Debemos ser capaces de desarrollar un pensamiento independiente con la ayuda del método marxista, basándonos en lo esencial de la escuela leninista: el análisis concreto de la situación concreta.

Si existe un rasgo principal que define a los marxistas, éste es el internacionalismo. Cuando unos 500 monopolios y multinacionales dominan la economía mundial; cuando un puñado de grandes banqueros son capaces, por meros intereses especulativos, de hundir a la moneda de un país; cuando los trabajadores para ganar una lucha local a una multinacional tienen que organizarse a nivel internacional; cuando cualquier acontecimiento en un país tiene inmediatas repercusiones en otros, el internacionalismo surge como una necesidad de la lucha de los trabajadores. Por eso, los marxistas defendemos la necesidad de la unidad de la clase obrera por encima de las fronteras nacionales. Defendemos la necesidad de construir el partido revolucionario a nivel mundial, como única garantía del triunfo del proletariado. Como la experiencia histórica ha demostrado, el socialismo, o se construye a nivel internacional o degenera, y finalmente, es derrotado.

También, el marxismo, reivindica que la construcción del socialismo no se limita a la simple nacionalización de la economía. Es necesario que la clase trabajadora controle la producción y la sociedad. La más amplia democracia obrera, los más amplios derechos democráticos son inherentes al socialismo. La restauración del capitalismo en los antiguos estados estalinistas demuestra la certeza del programa marxista. Trotsky, hace más de 50 años, planteó que la burocracia estalinista sería incapaz de defender las conquistas del estado obrero, se convertiría en un freno absoluto para el progreso social y más tarde o más temprano, si los trabajadores no se alzaban contra el poder burocrático, la burocracia se haría restauracionista. No encontraría más salida que restaurar el capitalismo y reconvertirse en nuevos burgueses y agentes del imperialismo.

Los análisis de Trotsky, realizados hace más de 50 años, se han visto confirmados brillantemente por los acontecimientos. Sin duda alguna, el marxismo de nuestra época, la época del imperialismo y la transición al socialismo, no ha podido encontrar mejor interlocutor.

León Trotsky no sólo combatió duramente en las jornadas revolucionarias de 1905 y 1917, sino que ocupó una vital posición dirigente en ambos procesos. Al lado de Lenin, su principal maestro, dirigió las riendas del recién nacido estado obrero soviético, primero como ministro de exteriores y más tarde, como fundador del ejército rojo, venciendo a la contrarrevolución. Ambos dirigentes se entregaron en cuerpo y alma a la construcción de la Internacional Comunista, a la que dieron más importancia que a la propia existencia de la URSS.

Con los primeros síntomas de burocratización del estado obrero, Lenin ya enfermo, le ofreció una alianza contra el estalinismo emergente. Trotsky, en lo que después reconocería como el mayor error de su vida, rehusó. Lenin en su "Testamento político" propuso separar a Stalin de sus responsabilidades y elogió a Trotsky como el "más capacitado" de la dirección bolchevique.

Sin embargo, muerto Lenin, Trotsky es objeto de una calumniosa campaña de desprestigio que intenta separar el marxismo y el leninismo del así llamado "trotskismo", un término inventado por el estalinismo y que nunca fue aceptado por Trotsky.

No obstante, el trotskismo, el marxismo de nuestra época, predijo el desastre, con 50 años de adelanto, al que la burocracia estalinista llevaba a la URSS. Hoy, cuando sólo quedan ruinas de la degeneración estalinista, son los trotskistas los únicos defensores convencidos de las ideas del socialismo y el comunismo.

Los trotskistas, los marxistas de nuestro tiempo, sostenemos que la caída del estalinismo no marcó el final de la época de la revolución socialista, sino sólo el final de un paréntesis histórico. Aún estamos en la época del imperialismo, en la época en la que el capitalismo ha agotado su papel histórico de desarrollar el progreso de la sociedad, impidiendo el avance de la humanidad. Vivimos una agonía prolongada del capitalismo que se caracteriza por la concentración de la riqueza cada vez en menos manos, el aumento de la miseria y las enfermedades, las guerras de rapiña, la expoliación de los países ex-coloniales, el surgimiento de la barbarie fascista y racista, la destrucción del medio ambiente,...

La agonía prolongada del capitalismo dará una nueva oportunidad a la clase obrera para transformar la sociedad. A través de la lucha, las ideas y el programa de Marx, Engels, Lenin y Trotsky penetrarán en las mentes de millones de trabajadores, convirtiéndose en una fuerza material. Si las ideas marxistas consiguen ganar la dirección proletaria se habrá resuelto una de las grandes contradicciones de la humanidad y estaremos preparados para entrar en una nueva época, la de la sociedad sin clases. Pero, si el reformismo consigue mantener su poder e influencia en la clase obrera, una larga cadena de sangrientas derrotas nos esperan.

Esta es la época de la transición hacia el socialismo. En una situación donde 2/3 partes de la humanidad no tienen resueltas sus necesidades básicas, donde los avances tecnológicos no son aprovechados en beneficio de todos, donde sólo en Latinoamérica existen más de 800.000 niñas que son obligadas a protituirse para sobrevivir,... sólo el socialismo puede resolver los problemas globales y superar la crisis de civilización que afecta a la humanidad.

Sin embargo, no existe la crisis final del capitalismo. Si los trabajadores no toman el poder político en sus manos, los capitalistas siempre encontrarán una salida. El socialismo no va a llegar sin lucha. La burguesía nunca se conformará con una pérdida de sus privilegios y beneficios. Siempre que pueda empleará todo su poder para derrocar a los trabajadores y restablecer el status quo. Lo vimos en la España de los años 30, en Chile en 1973, etc.

A lo largo de la historia, los poderosos han defendido con saña sus privilegios. No van a dejar que a través de reformas, de forma gradual, se les expropie. Se puede pelar una cebolla capa a capa, pero es imposible matar a un tigre pata a pata. Sólo a través del alzamiento revolucionario del proletariado contra la reacción burguesa se podrá vencer al capitalismo. Los marxistas, por tanto, somos revolucionarios consecuentes.

Finalmente, los marxistas reivindicamos el espíritu del optimismo revolucionario. Nuestra lucha camina en el sentido de la historia. Los marxistas somos agentes conscientes del proceso histórico. Hoy, la clase obrera es la clase más poderosa de la sociedad. Sin su permiso ni gira una rueda ni brilla una bombilla. Por eso el 90% de nuestra tarea consiste en hacer consciente al proletariado de su propio poder, para ganar su confianza y derribar el capitalismo.

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