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Hay que reconstruir la organización y la lucha de la clase obrera

Viernes 29 de abril de 2011, por Robert Paris

ESPANA

Hay que reconstruir la organización y la lucha de la clase obrera

12 de marzo de 2011

Escritor(a) :
Lucha Internacionalista

La paz social firmada por CCOO y UGT ha abierto un nuevo capítulo en la dura situación que nos toca vivir. Pero a estas alturas cada respuesta cuesta más, porque pesan cada una de las experiencias últimamente vividas. Por esto hace falta pararse a ver qué está pasando, y a poner las piedras para recuperar fuerzas, reconstruir el movimiento y tener la capacidad de salir a luchar. No es una cuestión ideológica, es de necesidad, de supervivencia, porque en la medida en que no lo hagamos, la situación seguirá empeorando, y no se parará si no la paramos. Sobre cómo abordar esta reconstrucción os proponemos estas reflexiones.

La denuncia política de una traición

Se han escrito muchas páginas – y todas ellas ciertas- contra los contenidos del Pacto Social firmado por las direcciones de CCOO y UGT: retraso de la edad de jubilación, recorte para los cálculos de las pensiones, etc, pero lo que queremos analizar aquí es el papel criminal que tiene el pacto de conjunto, con la paz social asociada, para la conciencia de los trabajadores y para sus posibilidades de lucha. Y es que el gran discurso único de que no hay otra posibilidad que la política oficial de todos los gobiernos de la UE –desde la derecha a la socialdemocracia-, de que hace falta obedecer a los mercados, esconde la brutal transferencia de capital hacia la patronal bancaria desde los trabajadores/as y el sector público. Y esconde también que este gasto es lo que tenemos que pagar con despidos y recortes. Es decir, que debemos aceptar que hay dinero público para ayudar a la bancarización de las cajas, y que hace falta también que aceptemos pagar la factura que representa. Pero tener este discurso en labios de todos los partidos parlamentarios no era suficiente para tranquilizar a los mercados, o sea a las multinacionales y el capital financiero.

Hacía falta que las direcciones de los sindicatos mayoritarios lo avalaran clara y explícitamente – implícitamente ya lo venían haciendo desmovilizando y negociando cierres-, y comprometiendo además la paz social para permitir el robo: este es el valor que tiene el Pacto para la burguesía y la gran traición para los trabajadores. Es la guinda del trabajo hecho durante años de desmovilización a cambio de las migajas que dejaban las patronales en los años de las burbujas financieras. Es imprescindible la denuncia política de esta traición para poder reconstruir la organización y la capacidad de movilización necesarias para poder enfrentar la gravedad de las medidas de destrucción que precisa la burguesía para empezar a recuperar su tasa de ganancia.

Enfrentar el discurso único reconstruyendo una real lógica de clase

Pero la denuncia política tampoco es suficiente en el punto a que se ha llegado. Los años de desmovilización han ido encorsetando al movimiento obrero en la delegación de las decisiones en las cúpulas de los sindicatos mayoritarios, en la negociación como único camino para conseguir las reivindicaciones –y en que sólo son «realistas» aquellas que son negociables-, así como en un progresivo fomento de la salida individual –bajas incentivadas que representaban supresión de puestos de trabajo, etc.-, reforzado por la continuada fragmentación de la clase en subcontratas, ETTs, dobles y triples escalas dentro de la misma empresa, todo ello condiciones de la patronal aceptadas por las direcciones mayoritarias en aras del «realismo » y «de evitar males mayores».

Estos hechos, reforzados durante todo lo que llevamos de crisis, con la misma política aplicada a las oleadas de cierres, con EREs pactados previamente a cambio de indemnizaciones que han acabado con más de 4 millones de desempleados y en los bancos convertidos en las mayores inmobiliarias producto de los desahucios, se han traducido en miedo e impotencia en las filas de los trabajadores. El resultado de esta ofensiva económica e ideológica lo hemos visto expresarse en recientes referéndums como el de Nissan –rebajándose salarios para que la patronal esté interesada en traer otro modelo- o en las elecciones sindicales de SEAT.

Y cuando ya las cosas están así, desvergonzadamente Yamaha, instalada en terrenos regalados por la Generalitat de CIU, puede cerrar con beneficios millonarios -y ya sin el argumento de los costes salariales- llevándose la producción a Francia argumentando que «las ventas son mayores», o deslocalizar Derbi a Italia, dejando patente que el problema ni siquiera son las pérdidas y beneficios de uno u otro centro, sino los intereses políticos de cada burguesía. Seguramente las ventas de motos serían mayores aquí si, entre otras cosas, el paro y la precariedad no fueran tan elevados, o si el poder adquisitivo fuera el francés.

El caso es que la espiral se cierra más y más. Un círculo vicioso dónde el discurso único primero dice que hace falta reducir costes y a continuación que hace falta entender –como el Consejero de Trabajo de CIU explica ahora- la lógica de Yamaha; para seguir con un Zapatero que vuelve de Bruselas con el acuerdo con Merkel de ajustar incrementos salariales a productividad para estrangular los sueldos todavía más, y esto en puertas de un nuevo pacto sobre negociación colectiva para el que ya CCOO y UGT empezaron a preparar las claudicaciones el 23 de febrero. Y es que cada vez que encajamos un golpe, se agranda el adversario y da el siguiente con más saña sabiéndonos más débiles.

El primer problema que hace falta abordar es que esta lógica de impotencia que impide romper el círculo también se ha instalado en honestos luchadores y estructuras sindicales de las consideradas alternativas. En ellas no es extraño encontrarla detrás de las grandes consignas de «No al cierre» «No a la privatización»... cuando en realidad lo que se piensa es que será inevitable y que, verbalizado o no, mantener la lucha facilitará unas mejores negociaciones sea de indemnizaciones, sea de las nuevas condiciones de trabajo. Y si estos sectores que se proponen para ser alternativos al final nos llevan a las mismas conclusiones que las direcciones mayoritarias, difícilmente conseguirán agrupar las fuerzas que permitan revertir la situación. Hace falta fortalecer los debates porque hace falta convencer en primer lugar a estos compañeros y compañeras de que es posible. Hace falta construir el razonamiento de cómo y qué propondremos para hacerlo creíble y romper el círculo.

Ante la impotencia, la fuerza colectiva de las asambleas

Ni el miedo ni la impotencia se superan con la suma de convicciones individuales, hace falta hacerlo colectivamente con la herramienta que nos es propia, la democracia obrera, que no en balde nos han arrancado. Se ha ido imponiendo la práctica de las direcciones mayoritarias de ausencia de asambleas y cuando las hay, la de tener un cariz informativo o ser del propio sindicato.

A veces estos conceptos aparecen incluso con las siglas de sindicatos de los denominados alternativos, aduciendo que como los otros no acatarán una resolución, nosotros tampoco nos someteremos a ellas pues la soberanía la tiene la asamblea de nuestros afiliados. Obviamente los afiliados deben votar las posiciones del sindicato, pero después, en la medida en que los alternativos quieran agrupar y ganar a los trabajadores, deben proponerlo en asambleas de todo el mundo y luchar por convencer. De lo contrario, por una u otro vía, el resultado es parecido: unos no convocan porque no les hace falta y les deja manos libras en las negociaciones, y los otras tampoco por miedo a perder sus posiciones. No estamos hablando de los referéndums que también han ido imponiendo las direcciones mayoritarias, sino de volver a las asambleas periódicas como forma de recuperar los debates y sobre todo la fuerza de las decisiones que se toman. Tratar de obviar este método, esperando que con la denuncia, la propaganda y la autoafirmación del asamblearismo se pueda reconstruir el movimiento, es un gran error. Y lo es porque, además, es el espacio que permite reconstruir la unidad de la clase para la movilización: esencialmente por abajo, entre los trabajadores dentro las empresas, pero también la única presión que puede obligar cuando menos a secciones sindicales y comités de empresa a someterse a la decisión mayoritaria. Claro está sin embargo, que para jugarse las posiciones combativas en asambleas hace falta construir muy bien los argumentos, y, como decíamos antes, estar convencidos de nuestras propuestas hasta el final.

Y la unidad para luchar también por arriba, de organizaciones

Por último, hace falta agrupar las fuerzas para que las posiciones de lucha, las que combaten el pensamiento único de obedecer a los mercados, puedan tomar más fuerza a ojos de los trabajadores y trabajadoras. Se han ido haciendo intentos de agrupar algunas fuerzas del sindicalismo no institucional, unas veces a nivel territorial –como la «Xarxa contra els Tancaments» en Catalunya o «Hay que pararles los pies» en Madrid-, otras a nivel estatal,... pero aquí quien tiene más responsabilidad por su carácter confederal es CGT que, como empezó a hacer en Catalunya tras el 29S y después dejó, hace falta convoque a organizaciones políticas y sindicales, tanto por territorios como a nivel estatal y haga que convocatorias como la del 12 de marzo en Madrid puedan ser un crisol de voluntades contra la traición del Pacto Social y, sobre todo, el inicio de la necesaria reconstrucción de la lucha unitaria del movimiento obrero para conseguir frenar los salvajes dictados del capital.

EDITORIAL

El discurso oficial dice que no hay dinero y que, en consecuencia, no hay más remedio que recortar por todas partes. Pero la realidad es muy distinta. Hay dinero para algunas cosas que se saca de otras. Y el sentido del movimiento en toda la crisis es el mismo: se traspasa dinero a la banca y se toma de los trabajadores/as... ¿hasta cuando esta estafa?

Sólo los cinco grandes bancos y cajas han cerrado el 2010 con beneficios multimillonarios cercanos a los 15.000 millones de euros que el Gobierno recorta al gasto público. Si le sumamos los beneficios de las grandes empresas, se multiplica esta cifra. La especulación en la bolsa sube como la espuma impulsada por beneficios astronómicos que no tienen dónde ir a parar en inversión productiva. Hace poco se hacía público que las grandes fortunas estaban creciendo... en la misma medida que los trabajadores/as y pueblos ven como se hunden sus condiciones de vida. Ahora el gobierno aprueba un nuevo plan de rescate a la banca con línea abierta del FROB de 20.000 millones de euros, ampliables si las condiciones obligan. Además impone la privatización de las cajas, bancarizándolas, es decir, pone las cajas –saneadas con dinero público- a precio de saldo para que los bancos se las queden.

Los trabajadores/as podemos mirar hacia Grecia, que fue «rescatada». ¿Y qué vemos? que la economía cae en una fuerte recesión (-2% 2009, -4’8% 2010, pasando en este periodo del 7’2% de paro al 15’7%), cada vez más difícil devolver la deuda, y los «expertos» del FMI y la UE ya dicen que con el primer paquete de medidas del plan de rescate no es suficiente: exigen más despidos, más recortes, rebajar los sueldos... La lucha contra el primer plan de medidas de Papandreu quedó aislada, pero ahora vuelven las movilizaciones.

Portugal, después de Irlanda, se prepara para su «plan de rescate», las recetas son las mismas que en el país helénico: recortes de sueldos y servicios públicos, privatizaciones... Los trabajadores/as y la juventud salieron a la calle para derrotar el plan del primer ministro Sócrates, que dimitió y convocó elecciones anticipadas. Ahora empiezan las manifestaciones y se habla de una huelga general contra el plan de la UE y el FMI.

El euro tiembla porque después de Portugal le tocaría el turno a España y ésta es demasiado grande para ser rescatada. Se amplían los fondos de rescate hasta 750.000 millones de euros, se impone una drástica limitación a la capacidad de los parlamentos para decidir sus presupuestos. Las mismas medidas que imponía el FMI en los estados semicoloniales hundidos por el peso de la deuda externa. Si, además, analizamos la composición de la deuda, a pesar de la fortuna que ha entregado el Gobierno a la banca desde el 2008, cercana a los 130.000 millones de euros (superior al 12% del PIB del 2010), resulta que el sector privado duplica la deuda pública. Los rescates serán, pues, otra vez, para salvar la banca.

La pregunta es obvia. ¿Y qué pasa si no se rescatan los bancos? ¿Y si no se paga la deuda? Y un país que fue emblema de neoliberalismo y de negocios bancarios sin límite como Islandia, acaba de decir, por segunda vez, que no paga el plan de rescate de la banca y que procesa a sus responsables. ¿Y qué ocurre? Mientras los gobiernos británico y holandés, principal origen de los fondos especulativos y depósitos bancarios, claman a la justicia, la producción islandesa se recupera, la tasa de paro está baja, y las empresas siguen funcionando. Quizás llega ya la hora de levantar la consigna que se hizo célebre en toda América Latina: ¡No al pago de la deuda. Que el pueblo decida!

Con los recortes se amplían las privatizaciones (empezando por AENA) y el desmantelamiento de los servicios públicos. En Gran Bretaña la gente ha empezado a reaccionar contra los recortes, con la manifestación más grande desde las movilizaciones de la guerra contra Irak. En Cataluña el nuevo gobierno de CiU profundiza la línea de ataques a la sanidad y la enseñanza pública que ha provocado que personal sanitario y usuarios empiecen movilizaciones para defender los servicios públicos. Hay que preparar la coordinación de la lucha de los sectores públicos.

Pero no sólo hay que resistir y participar en las movilizaciones. Hay que empezar a construir una alternativa política a la izquierda institucional, agrupando organizaciones, sindicalistas, luchadores de los movimientos… De lo contrario, la crisis de la izquierda institucional sólo revertirá en un giro a la derecha o a la extrema derecha, como acaba de ocurrir en Finlandia. En este sentido, necesitamos fortalecer Des de Baix como principio de agrupamiento en Catalunya, participando de lleno en las luchas y aprovechando también las elecciones municipales, preparando que este proceso de confluencia se consolide y se amplíe al resto del Estado.

27 de abril 2011-04-29

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